ShadowHanter
ShadowHanter   Peru
 
 
—¿Me estás diciendo que trabajo para ti?
—Te estoy diciendo que me perteneces. —Bast se había puesto muy serio—.
Hasta la médula. Yo te traje hasta aquí para alcanzar mi objetivo. Has comido en mi
mesa, y te he salvado la vida. —Apuntó al desnudo pecho de Cronista—. Me
perteneces tres veces. Eso hace que seas mío. Un instrumento de mi voluntad.
Harás lo que yo te ordene.
Cronista levantó un poco la barbilla y su expresión se endureció.
—Haré lo que crea conveniente —dijo, y lentamente, llevó una mano hasta el
trozo de metal que colgaba de su cuello.
Bast bajó un momento la vista, y luego volvió a alzarla.
—¿Crees que estoy jugando? —preguntó con gesto de incredulidad—. ¿Crees
que el hierro te protegerá? —Bast se inclinó hacia delante, apartó la mano de
Cronista de un manotazo y asió el disco de oscuro metal antes de que el escribano
pudiera reaccionar. Inmediatamente, el brazo de Bast se puso rígido, y sus ojos se
cerraron en un gesto de dolor. Cuando los abrió, se habían vuelto de un azul sólido,
el color de las aguas profundas o del cielo al anochecer.
Bast se inclinó hacia delante y acercó su rostro a la cara de Cronista. El
escribano, presa del pánico, intentó hacerse a un lado y levantarse de la cama, pero
Bast lo sujetó por el hombro.
—Escucha lo que voy a decirte, hombrecito —susurró—. No dejes que mi
máscara te confunda. Ves motitas de luz en la superficie del agua y olvidas la honda
y fría oscuridad que hay debajo. —Los tendones de la mano de Bast crujieron
cuando apretó el disco de hierro—. Escúchame. Tú no puedes hacerme daño. No
puedes huir ni esconderte. No permitiré que me desobedezcas.
Mientras hablaba, los ojos de Bast palidecieron, hasta volverse del puro azul
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del cielo a mediodía.
—Te lo juro por toda la sal que hay en mí: si contravienes mis deseos, el resto
de tu breve existencia será una orquesta de desgracias. Lo juro por la piedra, el
roble y el olmo: te convertiré en mi blanco. Te seguiré sin que me veas y apagaré
cualquier chispa de placer que encuentres. Jamás conocerás la caricia de una mujer,
un momento de descanso, un instante de paz.
Los ojos de Bast tenían la palidez azulada del relámpago, y su voz era tersa y
feroz.
—Y juro por el cielo nocturno y por la luna que si perjudicas a mi maestro, te
abriré en canal y saltaré en tus entrañas como un niño en un charco. Encordaré un
violín con tus tripas y te haré tocarlo mientras bailo
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Demole ツ márc. 19., 19:27 
Rek'Sai