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Por el contrario, me ha permitido sumergirme en este mundo y dejar los problemas allá afuera en la realidad.
Siempre ha sido mi antídoto ante la crisis emocional, sentimental y el propio stress del trabajo. Eso ha sido para mi el dota, un alivio y una forma de vida sin hacerle daño a nadie.
Pero la vida tiene sus ciclos. Llega un momento en el que debes cambiar de rumbo, en que creces y la vida te ofrece nuevos senderos, nuevas experiencias y nuevos retos.
Por eso me retiro del dota, aunque -claro está-, no dejaré el juego, pero si dejará de ser mi terapia obligatoria de escape de la realidad. Un juego, eso es lo que siempre fue y seguirá siendo.